El endeudamiento de las Administraciones aumentó el año pasado a la mayor velocidad en la historia de la «democracia«
La deuda de las Administraciones Públicas cerró 2020 en 1.311 billones de euros, una cantidad equivalente al 117,1% del PIB, según el avance publicado este miércoles por el Banco de España. La pandemia ha infligido un golpe brutal sobre la economía que se ha compensado con un fuerte aumento del gasto público y, por tanto, del endeudamiento.
Gracias a los ERTE y las prestaciones de paro, las rentas de los hogares han caído menos de la mitad de lo que se ha hundido el PIB. Pero el reflejo está en una carga de deuda pública que se dispara: en solo un año ha aumentado en 122.000 millones de euros, prácticamente lo que se gasta la Seguridad Social en pensiones en un año.
Es el tercer mayor incremento de deuda en euros producido en el periodo de la ‘democracia’, según la serie del Banco de España.
Al haberse desplomado la actividad un 11% durante el año pasado, la deuda con relación al PIB sufre el mayor aumento de la historia de la ‘democracia‘ en España.
Habría que remontarse a 1869, en plena crisis agraria, ferroviaria y bancaria tras la Revolución Gloriosa, para encontrar un incremento de deuda superior, del 30%, según los datos compilados por el historiador económico Francisco Comín con el PIB calculado por el economista Leandro Prados de la Escosura. Ni siquiera en 2009 se produjo un alza igual. Entonces el PIB cayó menos y la deuda se elevó en casi 14 puntos. En 2012, tras pedir el rescate financiero, subió en 16 puntos.
La deuda se suele medir en relación con el PIB porque es la forma de calibrar la capacidad de pago del país. El endeudamiento de las Administraciones no alcanzaba cotas del 117% del PIB desde el año 1902, cuando tocó el 128% del PIB por las consecuencias de la Guerra de Cuba y la crisis global de los precios agrarios. Y al año siguiente, en 1903, descendió al 114% después de cancelar una parte de la deuda que tenía el Estado con el Banco de España, explica Francisco Comín.
Según académicos prestigiosos como el execonomista jefe del FMI, Olivier Blanchard, defienden ahora que con las perspectivas de tipos bajos enquistadas durante más tiempo puede ser sostenible un nivel de deuda más alto. De hecho, el año pasado la mitad de las emisiones del Tesoro tuvieron tipos negativos, es decir, el Estado cobró por colocar deuda entre unos inversores que no tienen suficientes activos seguros donde poner su liquidez.
Las compras del Banco Central Europeo por la pandemia explican que esto ocurra. El eurobanco adquirió el año pasado en el mercado secundario un importe equivalente a todo el aumento de deuda que ha registrado España. Muchos economistas advierten de que este endeudamiento es muy elevado y que deja a la economía española muy expuesta a cualquier shock o turbulencias en los mercados. Bastaría con que el BCE tuviese que dejar de comprar tanto para notarlo en el interés de las refinanciaciones. De ahí que tanto el Banco de España como la Autoridad Fiscal hayan reclamado en reiteradas ocasiones que se prepare un plan a medio plazo para reconducir las cuentas públicas una vez haya pasado la pandemia.
Los intereses de la deuda pública se sitúan en unos 26.000 millones de euros y representan la tercera mayor partida del Estado tras las pensiones y los sueldos de los funcionarios. Hace ocho años la factura estaba en los 35.000 millones y amenazaba con dispararse todavía más. De ahí la necesidad de los ajustes. Hasta que el por entonces presidente del BCE, Mario Draghi, intervino con su frase «haré lo que sea necesario», reduciendo los diferenciales de tipos de interés entre países, las llamadas primas de riesgo.
El Gobierno español ha intentado que la deuda no alcance el 120% del PIB. Y eso explica la timidez con las ayudas directas. Solo el coste de los ERTE y las prestaciones de autónomos ascendió el año pasado a casi 40.000 millones de euros. Aun así, antes de la covid-19 ya había un problema con las cuentas públicas. Estas cerraron en 2019 con un déficit público que bordeaba el 3% del PIB tras seis años de crecimiento ininterrumpido. Ni la bajada de impuestos de Rajoy, ni los viernes sociales de Sánchez, ni la dinámica de las pensiones han ayudado a cerrar el agujero presupuestario.
Como explica Comín, España ha tenido siempre un problema para conseguir superávits presupuestarios. Salvo en algunos momentos durante la época de Franco y con Fernández Villaverde de ministro allá por principios del siglo pasado, el Estado español casi nunca ha encadenado superávits. El Gobierno de Zapatero lo consiguió durante unos pocos años, pero la crisis de 2008 demostró que estaba basado en una recaudación inflada por la burbuja.
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