Las arañas pueden ser fascinantemente violentas en el espectro más amplio de la palabra, y cuando llega el momento de aparearse, incluso hay hembras que recurren a rituales como el canibalismo. Un estudio ha descubierto que los machos tienen una técnica para evitar ser devorados.
En realidad, la tendencia de las arañas hembras a comerse a sus parejas durante o después del sexo, no es un conocimiento del todo nuevo. De hecho, también hay un beneficio evolutivo sorprendente en esta especie de suicidio copulatorio, como explicó National Geographic en 2016:
En 1996, Maydianne Andrade descubrió que los encuentros sexuales entre arañas de espalda roja son más largos si el macho se deja canibalizar. Al sacrificar su vida, puede llenar a su pareja con más esperma. La hembra guarda ese esperma en dos órganos de almacenamiento y puede controlar cuándo usa esas células almacenadas para fertilizar sus óvulos. Si vuelve a aparearse, el esperma del segundo macho podría desplazar al del primer pretendiente ahora fallecido. Andrade demostró que las hembras que se comen a su primera pareja tienen más probabilidades de rechazar una posterior.
Dicho de otra forma, esta forma de “suicidio copulatorio” en los machos garantiza su futura paternidad. En el mismo artículo también se explicaba cómo algunas arañas viudas masculinas “pueden usar sus colmillos para crear aberturas en las conchas exteriores de las hembras y acceder a sus genitales”.
Sin embargo, ahora sabemos a través de un nuevo estudio que esta no es la única forma en que un macho puede vivir para aparearse un día más. Según un trabajo publicado en el Journal of Animal Behavior, que se centra en la araña Thanatus fabricii:
Descubrimos que los machos siempre mordían y ataban a las hembras antes y durante el apareamiento. Las hembras mordidas rápidamente cayeron en un estado de inmovilidad, durante el cual los machos copularon con ellas. […] La unión por seda prolongó el estado de inmovilización, permitiendo a los machos realizar más inserciones. Después de la cópula, las hembras tuvieron menos éxito en la captura de sus presas (hormigas), lo que sugiere que esta estrategia de apareamiento afecta negativamente la aptitud de las hembras.
Es decir, que los machos drogan y atan a las hembras para asegurar su supervivencia. “Las arañas a veces pasan horas atrayendo a las hembras para cortejarlas, pero estos tipos simplemente van y muerden”, explica Lenka Sentenská, una de las autoras del estudio, a New Scientist.
Como cuentan los investigadores, no está claro si este comportamiento es necesariamente coercitivo, o si la sedación es en realidad una señal de las hembras de que son “receptivas” para aparearse. “Las hembras que caen en el estado de inmovilidad permitirán que el macho se aparee, mientras que las hembras no receptivas seguirán luchando y, por tanto, rechazarán al macho”, explica el estudio.
Por cierto, en el 11 por ciento de los casos observados, las arañas macho no lograron inmovilizar a la hembra y terminaron muertas de todos modos.
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