Usar mascarillas, lavarse las manos y mantener las distancias no solo ha servido para hacer retroceder la pandemia de Covid-19. Cómo efecto secundario ha aplanado completamente la curva de incidencia de otra enfermedad respiratoria muy habitual en invierno: la gripe. El caso es que lo que parece una buena noticia en realidad no lo es tanto.
Los peores meses de la gripe son diciembre, enero y febrero. En 2020, por estas mismas fechas, más de 18 millones de personas fueron al médico por gripe solo en Estados Unidos. 400.000 tuvieron que ser hospitalizados y 32.000 murieron por complicaciones asociadas al virus Influenza causante de la enfermedad. Según datos del CDC, los casos positivos de gripe en 2020 han descendido hasta un 98%. Las cifras varían según qué meses elijas, pero de media los test positivos de gripe en 2020 han sido de solo el 0,2% frente al 2,35% de 2019, el 1,04% en 2018, o el 2,36% en 2017.
La causa de este descenso parece clara. La gripe tiene muy difícil el contagio cuando la mayor parte de la población está practicando medidas de contención e higiene pensadas precisamente para detener la propagación de virus respiratorios. Pero la cuestión no es tan sencilla. Otros patógenos respiratorios como el rhinovirus causante del resfriado común sí se ha propagado con normalidad, lo que ha dejado bastante perplejos a los investigadores.
El problema es que no sabemos cuáles serán las consecuencias. La falta de casos de gripe no preocupa a los investigadores médicos porque estos sean unos aguafiestas, sino porque la falta de incidencia de una enfermedad estacional un año suele suponer una incidencia mucho peor al año siguiente. Por ponerlo de otro modo, la falta de casos de gripe en 2020 puede hacer que la temporada de esta enfermedad en 2021 sea mucho más grave. La razón es la misma que explica por qué el Coronavirus nos ha dado tantos problemas, porque las personas no estaban inmunizadas contra él. Si un año hay muy pocos casos de una enfermedad significa que el porcentaje de personas con cierto grado de inmunización será mucho más bajo al año siguiente, y esos son malas noticias para una enfermedad que ya se cobra entre 12 y 60.000 muertes al año solo en Estados Unidos.
No se sabe con seguridad cuáles serán los efectos de esta temporada de gripe perdida. Quizá sean positivos en el sentido de que los niños tardarán más en conocer la enfermedad. Lo único claro es que la temporada de gripe truncada ha dejado un vacío en los datos estadísticos, clínicos y genéticos que manejan los investigadores, y eso les hará estar menos preparados cuando venga la siguiente temporada a finales de este año. Eso por no mencionar que el estudio de los casos y las variantes de Influenza que surgen cada año son la base para el desarrollo de vacunas al año siguiente. Es bonito pensar que la Covid-19 vaya a ayudar a erradicar la gripe común, pero lamentablemente ese escenario no es realista. [CDC vía Wired]
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