En julio de 1697, Jacques Sennacques, un ciudadano de Lille, escribió una carta a su primo Pierre le Pers, que era comerciante en La Haya. El tema de la misiva era un certificado de defunción de un familiar y un grupo de científicos acababa de poder leerla por primera vez desde que fuese sellada hace 324 años.
Lo mejor de todo es que los científicos han logrado leer la carta sin abrirla. La carta se mantiene sellada gracias a unos pliegues y ranuras específicas, evitando así que fuese necesario un sobre. Esta técnica era habitual antes de que apareciese la fabricación en masa de sobres.
El equipo de la científica del MIT Jana Dambrogio, consiguió “desplegar” virtualmente la epístola de Sennacques usando microtomografía de rayos X, lo cual permitió a los investigadores eludir el dañino proceso de la apertura manual de una carta. La investigación del equipo se publicó el martes en la revista Nature Communications.

“Recuerdo sentir una tremenda sensación de euforia cuando finalmente lo hicimos”, dijo la coautora Rebekah Ahrendt, musicóloga de la Universidad de Utrecht, por correo electrónico. “Después de haber trabajado con esta colección durante varios años, el efecto de ‘Soy probablemente la primera persona que lee esto desde que lo escribieron’ se ha desvanecido un poco… Dicho esto, esta carta es un ejemplo maravilloso de las preocupaciones de la gente en aquel momento”.
No sabemos por qué le Pers nunca recibió la carta; pero dada su profesión, es posible que se hubiese mudado. La carta sellada quedó al cuidado del jefe de correos de La Haya, Simone de Brienne, y de su esposa, Marie Germain. La pareja no se desprendió de la carta porque en aquellos días las misivas eran pagadas por los destinatarios, no por el remitente. Algunos jefes de correos se quedaban con cartas no reclamadas por si acaso aparecía alguien para comprarlas. La pareja a cargo del correo de La Haya era ciertamente optimista, porque se quedaron las cartas hasta que murieron. Miles de cartas a cargo de Brienne y Germain quedaron guardadas en un viejo baúl, y 600 de ellas son mensajes que nunca han sido abiertos, convirtiéndose en un asombroso conjunto de conversaciones entre europeos suspendidas en el tiempo, y que ahora han sido bautizadas como la Colección Brienne. Estas misivas se encuentran en el museo Sound and Vision de La Haya.
Al lanzar rayos X a través de la carta escrita por Sennacques, pudieron ver los trazos de la tinta rica en hierro que había garabateada en los pliegues de la carta. La intensidad de los rayos X era aproximadamente un tercio de la utilizada por la máquina cuando se observan dientes y huesos.

Imagen: Unlocking History Research Group archive.
“Comenzamos con una tomografía computarizada de muy alta resolución de la carta plegada, básicamente una imagen de rayos X en 3D”, dijo la coautora principal, Amanda Ghassaei, ingeniera de algoritmos del proyecto y que anteriormente había trabajado simulando pliegues de origami. “A partir de ahí, nuestro algoritmo detecta capas individuales de papel durante el escaneo y reconstruye la geometría de los pliegues. Esta canalización computacional nos permite observar la escritura, las marcas de agua, los sellos, los pliegues internos y cualquier otra información oculta dentro de la carta sin dañar el artefacto original”.
Pero con eso no fue suficiente. El equipo también tuvo que descifrar la letra plegada, entendiendo cómo serían esos caracteres en la versión desplegada. Para hacer esto, emplearon un script de aplanamiento computacional, que les permitiría deconstruir las letras sin tocar la carta. A pesar de tratarse de un popurrí de personajes desconocidos plasmados sobre papel caqui, el equipo de investigación pudo extraer el mensaje sin ningún problema.

“El mensaje y la intrincada mecánica interna de estas letras solo los conocemos porque han sido reconstruidos virtualmente”, dijo la coautora Holly Jackson, ingeniera de algoritmos del proyecto. “Nuestros métodos son completamente automáticos, sin sesgos en la orientación del escaneo y no requieren conocimientos previos sobre la geometría del pliegue de la carta”.
Así que, para conseguir recrear la carta, el equipo usó rayos X para detectar el recorridode la tinta sobre un trozo de papel centenario, construyeron e implementaron un algoritmo para desplegar ese papel virtualmente, y transcribieron el contenido de esa carta mientras descubrían cómo había sido sellada. Ahí es nada.
La suma de estos esfuerzos es el plan de ataque que seguirán para descifrar el contenido de las 600 cartas selladas que aun quedan en el cofre. Recelos entre primos, disputas matrimoniales o secretos de estado, ¿quién sabe lo que podrán contener?
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